¿Papá, quézezo?

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Desde la autopista vemos brillar de nuevo alguna cosa, ¡ahí, ahí!, en la entrada de Sabadell. ¿Papá, quézezo? Un poco tapado por las biondas de protección de la vía por la que circulamos, tanto si vamos como si venimos, ahí queda aquella cosa que nos llama la atención… Hasta que un día entramos en Sabadell. Metidos en una gran cola de coches que avanza con aire cansino, los ocupantes de los vehículos entretenemos la espera mirando a lado y lado, como buscando descuidadamente alguna cosa. Es la peculiar manera que ahora se tiene de entrar en las ciudades. El zumbar de los vehículos de la autopista a nuestra espalda nos recuerda, velociada añorada, de dónde venimos y ahora al tran tran vemos, ahí delante, una gran fachada de una especie de pesada celosía metálica que nos esconde alguna cosa.

La intervención se encuentra en la ciudad de Sabadell, centro industrial textil cerca de Barcelona. Concretamente se ubica en el polígono industrial en la entrada sur de la ciudad, a la vista de los conductores que circulan por la autovía Barcelona-Terrassa i al lado del aeródromo. Se trata del último solar que quedaba en una manzana edificada con construcciones entre medianeras y ordenadas de cara a la calles Bernat Metge y Joan Costa i Deu, con una superfície aproximada de 4.120 m2 y con 120 m de fachada a las dos calles.
Nos encontramos en una parcela medio construída y parcialmente ocupada por tres naves de estructura metálica, una de ellas de crujía de anchura mayor. Y todo esto se tiene que convertir en un concesionario de vehículos de gama alta.

Primero COMPLETAMOS, y la decisión implica girarse para encarar a todo aquel que circule por la autopista o entre, al tran tran, a Sabadell. Las edificaciones originales se ampliarán en dos direcciones: la continuación longitudinal de las tres naves existentes y la construcción de media nave a uno de los lados, hasta llegar al límite de la calle. En la primera zona se continúa con la tipología de cubierta a dos aguas, con el añadido de una serie de perversiones para permitir la entrada de luz natural, vengan, pasen y vean. Para ello se siguen dos mecanismos: cuando se quiere ganar altura para el espacio inmediatamente inferior, se continúa la pendiente ascendente hasta la altura necesaria y entonces se completa la otra vertiente de manera simétrica. Aparece un punto de altura mayor. El segundo mecanismo construye una media cubierta plana que abre el camino a la luz, que entra deslizándose por la otra mitad, que sí conserva la pendiente original. Aparece entonces un punto de altura menor. La alternancia en diagonal de la pendiente con el plano posibilita que se mantenga la unidad del cerramiento, donde las partes de altura menor y las más altas se ven como unas anécdotas rítmicas. Las cerchas metálicas que amplían las naves serán soportadas por dos pórticos de hormigón en su parte central y por pilares metálicos en sus extremos.
En la segunda zona, una estructura metálica soporta una cubierta que asciende al acercarse a la calle y termina rematando la fachada con una línea curva. Es el espacio de exposición de los vehículos, donde jácenas metálicas salvan toda la luz que va de una línea de pilares de acero hasta la estructura continua y autoportante de la fachada. La manipulación final de este espacio busca el confort que se podría esperar de un salón, un coche que se posa suavemente sobre una alfombra.

Después DISTRIBUIMOS, y se construye dentro de las naves originales un nuevo nivel con un forjado y pilares de hormigón paralelos a la estructura metálica existente. La altura viene marcada por las necesidades de las actividades que se desarrollan en la planta baja. En el segundo nivel se sitúa un parking para el personal y las oficinas de dirección y administración. En el nivel de entrada se organizan los talleres, almacenes, servicios de postventa, venta y exposición.

En tercer lugar COMUNICAMOS, que significa la vuelta a los movimientos iniciales. Se trata de conformar una fachada que convierta el edificio en un anuncio de sí mismo, ¿Papá, quézezo? Se levanta una estructura metálica para recibir dos envolventes. Mediante placas de fibrocemento se construye la que da la estanquidad y el acabado interior. La segunda, más externa y no estanca, se fabrica con planchas mecanizadas de acero inoxidable colocadas longitudinalmente paralelas a calles y carretera. Esta cortina de ondas se encoge en ciertos puntos para marcar los accesos y dejar a la vista las zonas de exhibición de los coches. La relación de escala entre las partes abiertas, vidriadas, y la cortina de ondas, insinúa dos distancias para mirar el edificio: una desde la autopista y carretera, en movimiento, y otra ya a pocos metros del edificio, estática, a pié de calle. El término medio es tierra de nadie, o te encuentras lejos leyendo una pancarta pubicitaria, o estás delante de los coches expuestos, a punto para entrar. La pista para interpretar la forma la dan las biondas de protección de la autopista, desde donde se tiene una vista privilegiada del edificio. Un brillo fugaz, ¿Papá, quézezo?