Dong Si

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¡Qué actividad! El nuevo Běijīng de las tiendas, de los consumidores, de la fascinación y el recelo hacia occidente, quiere actuar entre arrogante y decidido sobre las callejuelas que dan a los llamados sìhéyuàn, patios cerrados entre pequeñas casas, que se agrupan en una trama llamada hútòng. El metro de la ciudad se expande y quiere construir sobre sus estaciones centros comerciales, edificios, que aprovechen la esperable concentración de personas. Las repercusiones económicas no hay que recordárselas a nadie, las urbanísticas y arquitectónicas ya son otro cantar.
Gente de influencia reconocida, y de capacidad ejecutiva evidente, propone como pista para la pinta del nuevo edificio el carácter imperial de Běijīng. Hay muchos señores y muchos intereses, parece evidente que nuestra posición ha de acercarse al ámbito del funambulismo. Se nos deja participar por nuestros conocimientos y prestigio, pero nosotros actuamos un poco a la inversa y proponemos mirando a todos los lados, incluso hacia aquellos en los que no se nos supone opinión.
A partir de aquí, y dando claras muestras de asimilar el principio de humildad tan presente en la cultura china tradicional como olvidado en la actual, empezamos a mirar los grandes edificios de la ciudad histórica. Y los dibujamos ligeramente, una manera clásica de entender las cosas. ¿Imperial? El Pabellón de la Armonía Suprema, ‘tài hé diàn’, situado en la Ciudad Prohibida, ‘zi jìn chéng’ (literalmente ‘Ciudad Prohibida Púrpura’).
El dibujar da la suficiente libertad para obviar el hecho de que las cosas pesan y levantamos las puntas de las cubiertas ya de por sí bien apuntadas, insinuando que la extensión de tejas podría ser una sábana bajo que la todos nosotros bien podríamos jugar ha simular un pequeño fantasma. Pero imperial también intima con lo pesado, contundente, y así nos lo hacen saber. Y nosotros volvemos a escuchar los usos del lugar y así como el junco se dobla con el viento nosotros asentimos contundentemente, a la vez que, sin ser vistos, miramos la nerviosa trama del hútòng.
La estrategia intentará dar este edificio que se nos pide que repita cansinamente referencias mil y una veces construidas, pero también ese otro que recupere algún aspecto del hútòng tradicional. Los pórticos muestran en alzado su cara imponente, imperial, y se sitúan en planta siguiendo una alineación que encuentra su inspiración en el urbanismo tradicional de la ciudad. Esta aportación escondida es una pista que surge tanto de la tradición como de la necesidad de buscar la estructura ya en construcción de la estación del metro sobre la que crecerá el edificio. Los nuevos pórticos tienen unas posiciones posibles y muchas inviables, lo que llevará a un hacer de gracioso saltarín que mirará al hútòng para establecer un orden.