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La primera aproximación nos lleva a aislar el significado de entrar-acceder a un lugar. Cuando entras a un lugar, alguna cosa cambia. Puede ser porqué encuentras alguna marca, porqué hayas salido de otro sitio y sientes añoranza, o porqué entras en otro mundo de percepciones.
Cuando se habla de entrar se habla de límites, cosas que acaban y cosas que comienzan.

Puedes entrar físicamente en un lugar, formalmente, por la puerta; o puedes entrar con la imaginación. Puedes entrar funcionalmente, de la manera más rápida posible hacia el objetivo de tu viaje; o puedes entrar aproximándote, preocupándote del recorrido que haces.Históricamente se marcaban los territorios. Sobre un paisaje diseminado se permanecía agrupado alrededor de algunos elementos y el resto del territorio se tenía que delimitar. Las propiedades se tenían que señalar con puntos diferenciados que te recordasen el límite de algún lugar.
Las cruces de términos eran hitos que delimitaban los sitios particulares, aunque lo hiciesen desde la representación de significados generales.

Si buscamos las pistas que nos pueden dar las cruces de término -en Igualada había tres- tenemos que estudiarlas desde las cualidades de su ubicación, forma y significado.
Su ubicación, como límite de una jurisdicción al lado de un camino, ya la hemos definido desde nuestra opción de entrada; aunque multiplicada, como se han multiplicado los caminos de acceso a las ciudades.
Su forma, siempre dentro de las variaciones de la figura de cruz sobre un pedestal escalonado, nos podría llevar a consideraciones que no tendrían ningún tipo de interés desde la percepción de la ciudad que queremos tener.
Su significado, el de la fe de un pueblo, nos lleva a plantearnos cual sería el contenido actual de una cruz de término.

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